Opinión

Sodoma

El odio a los emigrantes, desde el ayer remoto hasta hoy mismo

Sodoma fue una ciudad bíblica. Junto a Gomorra, sus nombres aparecen en las Sagradas Escrituras en Génesis 19:1-38, para relatar la forma de vida en esta zona del valle del Jordán, en las cercanías del Mar Muerto. Hallazgos arqueológicos recientes la sitúan en un periodo de la Edad de Bronce comprendido entre el 3500-1500 AC. Sodoma fue destruida por un terremoto, las llamas de un gran incendio, un meteorito o el castigo divino, no lo sabemos con exactitud. Pero las razones se atribuyeron, en la Biblia, a las numerosas faltas de sus moradores. Curiosamente, estas razones que, con tanto detalle nos relata el profeta Ezequiel (15:49-63), siguen presentes entre nosotros. Los pecados de Sodoma fueron la soberbia, la indiferencia hacia los pobres y, especialmente, el odio a los emigrantes. Fue el ánimo agresivo de sus moradores hacia los ángeles enviados por Dios para salvar a Lot y su familia, que los ciudadanos de Sodoma consideraron extranjeros, lo que precipitó la destrucción final de la ciudad y de sus habitantes. Nada que ver con el concepto de "sodomía", que se estableció a partir del siglo V, como fruto de la educación cristiana.

Con todas las reservas, derivadas de las dificultades de cálculo, el número de emigrantes que hay actualmente en el mundo, asciende a unos 281 millones de personas (3,6% de la población mundial), de los cuales unos 40 millones son refugiados. Las guerras recientes, que son más que las dos que habitualmente vemos en los telediarios, hacen que esta última cifra aumente diariamente. En España, los últimos datos de octubre 2023, nos sitúan en 6,4 millones de emigrantes censados, lo que representa el 13,4% de la población total. En Catalunya, los números más recientes informan que la población extranjera es ya superior al 20% y, en concreto, la población de Guissona (La Segarra), la de mayor porcentaje, supera el 50% de sus 7.000 habitantes, con personas de 43 nacionalidades distintas.

La emigración, con la llegada de jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo y al cuidado de nuestros mayores, es una gran noticia y no una maldición, como la expresada por los habitantes de Sodoma. El aumento de población joven y la natalidad que representa, frente a una sociedad anclada en la comodidad de la contemplación canina, en lugar de la crianza de los hijos, es algo más que una bendición. Se trata de un gran regalo que deberíamos valorar en todo lo que representa. Para que podamos beneficiarnos todos de este fenómeno, deberíamos dedicar la mayor de las atenciones a su recepción y cuidado, con la lógica reciprocidad de su integración a los usos y costumbres del lugar de acogida.

Los aspectos relacionados con la emigración están en las cabeceras de todos los periódicos y condicionan los resultados de las elecciones en un gran número de países. En EE UU, los dos candidatos a la presidencia, coincidieron recientemente en la frontera mexicana, en el inicio de la campaña electoral. El punto en común era el "problema de los emigrantes". La revista New England Journal of Medicine, una de las más prestigiosas publicaciones médicas mundiales, editada en Boston, Massachusetts, dedica varios números recientes a tratar las dificultades de los emigrantes para ser atendidos adecuadamente en cuestiones de salud. Se trata, además, de una revisión de los prejuicios e injusticias que la revista ha ayudado a mantener en su relación con los extranjeros. Un ejemplo bien claro sobre el particular se refiere al Dr. William James Mayo (1861-1939), uno de los hijos del fundador de la famosa clínica que lleva su nombre en Rochester, Minnesota. Mientras el Congreso de EEUU debatía las restricciones a la emigración, el Dr. Mayo (1923), atribuía la pobreza a la inferioridad constitucional y a la inestabilidad mental de los extranjeros, declarando que ambos aspectos eran hereditarios. Sus escritos alimentaban el pánico al afirmar que los hospitales municipales estaban llenos de pobres y extraños, mientras las ciudades estaban asediadas por criminales y el país amenazado por las oleadas de emigrantes. Este famoso médico llegó incluso a apoyar la esterilización eugenésica para resolver este problema ¡Enhorabuena por las disculpas de la revista médica! Es mejor tarde que nunca.

Todos los países poseen un rico folclore musical relacionado con la emigración. El nuestro dispone incluso de un género propio, con las denominadas "habaneras", fruto del viaje de ida y vuelta de un gran número de personas que marchaban a Cuba en busca de fortuna. Una de las más conocidas es "El meu avi", compuesta en 1968 por el militar y músico José Luis Ortega Monasterio (1918-2004), como homenaje a los soldados fallecidos en la guerra entre España y EEUU. No obstante, mi melodía de referencia para recordar el hecho de la emigración, es la famosa canción popular inglesa "Greensleeves". Su origen se remonta al siglo XVI y, al parecer, el texto se refiere más a una canción de amor que de viajes. Existen numerosas versiones y adaptaciones, pero la más conocida actualmente es la de Ralph Vaughan Williams (1872-1958). Escuchen la interpretada por la cantante holandesa Aafje Heynis (1924-2015). La voz de contralto le añade mayor sentimiento si cabe. Una buena versión coral es la que nos ofrece el grupo "The King´s Singers. Para los más románticos, recomiendo la interpretada por Debbie Reynolds (1932-2016) en la película "La conquista del Oeste". Fue mi primer contacto con esta melodía.

Dicen las Escrituras que Sodoma desapareció debido a la actitud nativista de sus moradores. Todos fuimos emigrantes en algún momento de nuestro pasado más o menos reciente. Cierren los ojos y escuchen atentamente la canción de cualquier persona que haya dejado su hogar en busca de un mundo mejor.

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