Opinión | Sol y sombra

Bildu, noticia bomba

Dios y las leyes viejas se asociarán en el País Vasco con el PSOE para gobernar, mientras que los herederos de ETA han empatado en escaños con los neocarlistas del PNV, que en plena ofensiva terrorista hablaban de agitar el árbol para que las nueces fuesen cayendo. Pueden estar satisfechos, han caído. Produce dolor, tristeza y amargura comprobar cómo en un lugar de España, el partido de Otegi y Josu Ternera, que no ha condenado la violencia ejercida por los pistoleros durante décadas y que hoy todavía se niega a llamarla terrorismo, es capaz de lograr 341.735 votos. Para llegar hasta esto las bombas han tenido que imponerse en las conciencias más infames a aquella resistencia civil heroica que se levantó cuando el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y que más tarde se vio obligada a emigrar como consecuencia de las amenazas y el miedo. Nadie quiere vivir con temor o de rodillas, menos en la tierra donde nació. Y todos sabemos o nos podemos imaginar lo que suponía significarse como demócrata, español y constitucionalista en el País Vasco durante los años de plomo.

Ahora, los independentistas ya no necesitan ni las bombas ni los disparos en la nuca para salirse con la suya, han hecho carrera gracias a la intimidación y al blanqueo de una imagen que les permite presentarse ante los más ingenuos como ecologistas y amantes del progreso. Ya no se consideran simplemente abertzales (amantes de la patria), se proclaman soberanistas. Dicen que la política ahora debe ser otra ya que el escenario ha cambiado, como si en algún momento ellos la hubieran reivindicado de manera pacífica y no con más de ochocientos muertos a sus espaldas. Los socialistas, que primero fueron las víctimas, no tienen inconveniente en identificarse con el identitarismo separatista de los verdugos. Y a los 21 escaños logrados por estos lobos que se disfrazan de corderos se suman los 6 de Podemos, que por tanta identificación han sido absorbidos por los bilduetarras. Una consecuencia lógica.

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