Entrevista | César García de Castro Arqueólogo

"Santa María, como el cenador de un indiano, es un alarde, es representación social"

"Que Ramiro I quisiera un mausoleo no quita que hubiera allí reuniones o algún ejercicio de acto de poder"

Chus Neira

Chus Neira

Cesar García de Castro (Avilés, 1964) llevaba 30 años diciéndolo y ahora asegura que la última intervención arqueológica en Santa María del Naranco lo ha corroborado. El edificio, sostiene el arqueólogo del Principado, fue ideado por Ramiro I como mausoleo. Una losa de dos metros en el suelo del pórtico norte, que ahora ha podido extraer y analizar durante una intervención para sanear y evitar humedades, sólo podía haber sido diseñada para que un sarcófago reposara encima.

–¿Cuándo fue la primera vez que estuvo en Santa María del Naranco?

–No tengo ese recuerdo, pero supongo que de niño nos llevarían en el colegio.

–Volvió como arqueólogo.

–Me formé con Javier Fortea. Él quiso dirigirme hacia la arqueología paleolítica, pero yo quería ser medievalista. Ese campo estaba empezando, era el año 1987 y aquello no tenía dueño, no se había tratado en arqueología y tampoco había una línea en la Universidad de Oviedo. No me desagradaba la idea de llegar a la Edad Media por la arqueología, así que me puso en contacto con la gente que sabía, los discípulos del Instituto Arqueológico Alemán, y me formé a caballo entre Oviedo y Alemania. Así que en la tesis sinteticé todo lo que habían estudiado, hasta los últimos trabajos de Helmut Schlunk. La publiqué en el Ridea en 1995.

–Y en ese trabajo ya se fija en la losa y elabora su teoría.

–En las primeras visitas, en 1989, 1990, empiezo a ver los edificios con perspectiva de estudio arqueológico, y aquella losa era especial, tenía que ser la base de un sarcófago porque, si no, no tenía ningún sentido. Lo que no sabía era si estaba en su posición original o no.

–¿Helmut Schlunk había admitido cierta función religiosa?

–Schlunk siempre se refirió al edificio como elemento profano, entre otras cosas porque siguió a Amador de los Ríos, que en el XIX defendió que, tipológicamente, era un edificio civil y no una iglesia. Schlunk le siguió y lo compara con los palacios venecianos de los siglos XIII y XIV. No entró en más cuestiones de funcionalidad.

–¿La idea más extendida del palacio procede de Amador de los Ríos?

–Sí, en 1877. Tuvo éxito y desde entonces se explicó que era el palacio del Naranco. Otra cosa es lo que queramos entender como Palacio. De los Ríos creía que allí se vivía, que había cuadras, caballerías. Nada de eso tiene sentido. Después se pasó al edificio de recreo, una sala central para banquetes y francachelas, un aula regia. Esa es una deriva de la mitología germánica, con una corriente, con Albrecht Haupt a la cabeza, en 1908, que veía en el arte asturiano la cumbre del germanismo. Consideraban a los reyes asturianos godos emigrados aquí y para ellos el mausoleo de Teodorico, en Rávena, y Santa María del Naranco eran el Partenón de la arquitectura goda. Veían en el edificio de Ramiro la traducción en piedra de las aulas regias germánicas del norte de Europa. Esa idea caló, porque en los años cuarenta hubo un filogermanismo muy importante.

–¿Qué eran esas aulas regias?

–Sitios de reunión, con una mesa muy larga, como un gran granero rectangular, lo de Astérix y los vikingos. Schlunk, desgermanizándolo, dijo que era un elemento de recreo de un palacio que tenía su templo en San Miguel de Lillo. Pero no tenía en cuenta que San Miguel de Lillo está a trescientos metros, un río por el medio, con las puertas con direcciones opuestas…

–¿De ahí la idea de que el altar de Santa María del Naranco estaba en San Miguel y hubo un cambio de advocación?

–No podía haber en el palacio un elemento religioso, y por eso inventan esa historia.

Santa María del Naranco se construyó para albergar la tumba de Ramiro I

–Usted sostiene que el altar podría estar en el pórtico perdido del cuerpo Sur.

–El primero que lo dijo fue don Gonzalo Menéndez Pidal en los años cincuenta. Gonzalo era hijo de Ramón Menéndez Pidal, era ingeniero y estudió sobre todo miniaturas altomedievales, cartografía histórica, las cantigas de Alfonso X… Como nunca tuvo un cargo académico se dedicó a estudiar lo que le daba la gana. Tiene trabajos en los que en cada página lanza una mina de ideas, unas veces interesantes y otras erradas. Pero conviene releerlo. Y él es el que lanza esa hipótesis. En la nave central, desde luego, no pudo estar. Yo registré completamente el suelo y no hay huella para meter un altar. Y los miradores siempre tuvieron estructura de madera, nunca estuvieron abovedados, y ese podio requiere un suelo de hormigón para encastrarse. El altar, por cierto, está hecho de la misma piedra de caliza de Laspra que ahora hemos identificado en la losa del pórtico, gracias al análisis que hizo Araceli Rojo, de Gea.

–Entonces, su hipótesis es un mausoleo.

–Decimos que Santa María no era eclesiástico, pero la iconografía, la orientación y una serie de elementos esenciales vinculados obligan a pensar en una función parcialmente eclesiástica. El altar, fundamentalmente. Y esa otra pieza que ya había dicho que tenía que ser el soporte de algo. De qué va a ser soporte una pieza monolítica de dos metros en el suelo. ¿Qué vas a poner allí, un púlpito? Tenía que saber si era original, porque solo lo sospechaba. Ahora lo hemos confirmado.

–Este hallazgo es una profecía autocumplida. Quiero decir, ya iba con una idea de lo que iba a encontrar

–Yo participé en la redacción del libro blanco del Prerrománico, y ahí estaba mi sugerencia de que había que excavarlo y que lo iba a hacer yo. Estaba en el plan, pero sin prejuzgar lo que iba a salir.

–Confirma que es original, pero ¿por qué un sarcófago?

–No se me ocurren muchas cosas. Al arco norte le han cortado los dos fustes laterales. Si los conserváramos, veríamos que estarían acanalados para meter unos canceles y cerrar el vacío hacia el Norte. Es impensable que ese arco esté al aire, como los miradores. La ventaja de Santa María es que es un edificio muy coherente. Lo que está en un lado, está en el otro. La lógica funciona y la lógica nos dice que en ese arco tuvo que haber dos ranuras para evitar el vacío.

–Y mantiene que las características del altar refuerzan la idea del mausoleo.

–Porque es un altar que no está consagrado, sin mención del obispo que lo consagra ni las menciones de las reliquias que alberga. Es una excepción, una cosa rarísima, una anomalía litúrgica que solo explico con el templo dedicado a un rey.

–¿Y esa gran sala central? Sigue siendo una incógnita.

–Siempre dije que Santa María del Naranco es como los cenadores de los indianos, un alarde arquitectónico, decorativo, cuya sola contemplación produce placer, pero carente de funcionalidad práctica, salvo por aspectos colaterales. Es una muestra de cómo Ramiro se define a sí mismo: Yo soy capaz de hacer esto. Es una representación social. ¿Para qué quiere un indiano un gran cenador de hierro si en Asturias solo hace bueno dos días en agosto? Porque le gustó en Cuba y lo trae para acá, y es lo que diferencia mi casa de donde vivís vosotros, miserables. Ese es el discurso.

–En todo caso, el mausoleo le duró poco.

–En 40 años, fuera. El nieto lo da a la catedral, se convierte en iglesia rural, la tabican, cierran y adaptan un edificio que no estaba previsto para el culto.

–Aunque sus restos ya se habían trasladado antes a la capilla del Rey Casto.

–En el 883 ya estaba enterrado allí, sí

–Ha dicho que la teoría del mausoleo es compatible con otros usos. ¿Cuáles?

–Los de representación. Nadie quita que no invitara allí a copas. Que hubiese relación social o algún ejercicio de acto de poder.

–¿Qué nos dicen los documentos de la época? ¿Qué crédito les podemos dar y como apoyan su teoría?

–De las crónicas asturianas, como todas, es aceptable todo aquello que es preterintencional, lo que va más allá de la intención del redactor. Entonces, en la crónica Albeldense, del 883, está el hecho objetivo de que Ramiro descansó en el Naranco: "Recessot in locum Ligno". Sin sobreinterpretar podemos pensar que murió y descansa en la villa.

–Aquí también, en otro edificio, habría estado su palacio.

–No tengo duda, en algún sitio tenía que vivir.

–Usted ya excavó aquí y encontró más restos.

–Me tocó hacer excavaciones en 1997 y encontré un muro circular de dos metros de sección que está a unos 20 metros de Santa María en dirección Suroeste.

–¿Por qué no se completó esa excavación?

–Eso ya hay que preguntárselo a los responsables de las administración que me echaron de allí en aquel momento.

–¿Y por qué no se vuelve a excavar?

–En mi cajón se pueden encontrar lápices, bolígrafos, cintas métricas, pero no hay dinero ni permisos. Soy un funcionario de muy baja categoría, un técnico básico. Las inversiones son una cuestión política, no estoy en la gestión del presupuesto.

–Bien, pero tendrá una idea al respecto

–Nunca quise que las cosas se hicieran mal. Sin un plan urbanístico que garantice la correcta reposición de terrenos… Habría que mover miles de metros cúbicos de tierra, viales, y requiere una inversión pública continuada que no es susceptible de ser resuelta con una subvención al uso de unos miles de euros.

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