La embajada del suroccidente asturiano en Oviedo está en La Corredoria

Una bolera de vaqueiro reúne a diario a la gran colonia de la comarca creada en el barrio a raíz de las prejubilaciones mineras

Un grupo de jugadores de bolo vaqueiro que se citan a diario para practicar en La Corredoria.

Un grupo de jugadores de bolo vaqueiro que se citan a diario para practicar en La Corredoria. / Mario Canteli

La embajada del Suroccidente asturiano en la capital tiene como sede la única bolera vaqueira que existe fuera de la comarca. La instalación fue construida a principios de siglo en La Corredoria, justo al lado del campo de fútbol Manuel Díaz Vega, como punto de encuentro para una colonia de cientos de personas que llegaron procedentes de municipios como Cangas del Narcea, Ibias o Degaña, empujados por las masivas prejubilaciones de la minería. “La mitad de los que andamos por este barrio somos de allí”, comenta con un cierto punto de exageración Faustino Fernández mientras sigue desde la grada los entrenamientos de los integrantes de la singular peña local.

Los usuarios de la bolera en medio de una partida.

Los usuarios de la bolera en medio de una partida. / Mario Canteli

El éxodo suroccidental hacia la tierra prometida del que por entonces ya era el barrio más emergente de Oviedo tiene su origen, según los propios protagonistas de este movimiento demográfico, en 1998. “Ese año hubo de golpe unas 400 prejubilaciones y la gente empezó a venir en busca de un futuro para sus hijos”, relata Fernández, originario de Degaña, poniendo su caso como ejemplo. “Mi hija empezó la carrera en Oviedo y el pequeño para hacer bachiller tenía que ir todos los días hasta Villablino o Cangas. Nos traía más cuenta asentarnos aquí”, comenta este incondicional de la bolera de La Corredoria, donde pasa gran parte del día, a pesar de vivir actualmente en La Florida.

Entre los que echaron raíces más profundas en el populoso barrio está el cangués José Viñales. Minero jubilado de la mina de Carbonar hace 22 años, la búsqueda de salidas profesionales para sus familiares en sectores como la hostelería lo llevó a asentarse en Cuatro Caños. Su primera opción era Gijón, pero un familiar le abrió los ojos. “No sabía ni donde era La Corredoria y cuando vine a verlo me convenció”, explica.

A pesar del buen aterrizaje en Oviedo, a Viñales le faltaba algo. El bolo vaqueiro, modalidad autóctona únicamente practicada en Cangas del Narcea, Degaña e Ibias, además de la zona leonesa de Laciana, vivía una época dorada con unos 45 equipos federados y los “exiliados” echaban en falta un rincón donde practicar su juego favorito.

Uno de los primeros equipos de la peña de bolo vaqueiro de La Corredoria.

Uno de los primeros equipos de la peña de bolo vaqueiro de La Corredoria. / L. B.

Fue en 2003 cuando Viñales, natural de la localidad de Sieiro, unió fuerzas con otros suroccidentales como José Méndez, Alfredo Antón y Adelino Feito y consiguieron, con gran ayuda del entonces alcalde de barrio, Alfonso Pereira, construir su propia bolera vaqueira en Oviedo. “Al principio lo hicimos un poco artesanal, pero poco a poco la fuimos mejorando”, indica el cofundador y todavía presidente del club.

A día de hoy la peña de La Corredoria es la única de fuera del suroccidente que participa en la liga regional integrada por 20 equipos, liderando la segunda división con una plantilla integrada por nueve jugadores.

Sin embargo, la bolera se ha convertido en algo más que la sede de un equipo deportivo. En la misma entrenan a diario jugadores de diversas peñas desplazados por estudios o trabajo al centro de la región. Es el caso de Adrián Leite, gran campeón, originario de Laciana, que en Oviedo encuentra la manera de pasar un buen rato y preparase para los grandes torneos. “A ver si lo fichamos”, destaca viñales.

José Viñales enseñando fotos y trofeos de la peña de La Corredoria.

José Viñales enseñando fotos y trofeos de la peña de La Corredoria. / L. B.

El recinto deportivo sirve también de acogida para jóvenes estudiantes afincados temporalmente el Oviedo. “Estoy estudiando electromedicina en Cerdeño y me viene perfecta la bolera para seguir entrenando”, indica David Aumente, jugador que a sus 18 años milita en la peña Rengos, y gracias a esta bolera puede seguir practicando el juego que descubrió de la mano de su abuelo y su padre. “Empecé con once años y me gusta mucho”, añade.

La peculiar bolera, también sede de torneos como los que se celebraron algunos años con motivo de las fiestas de San Juan, es también excusa para reuniones de amigos. “Tenemos un local cedido por el Ayuntamiento donde hacemos pitanzas después de jugar a los bolos, merendamos y echamos partidas”, añade Viñales, satisfecho por haber conseguido mantener el arraigo de la cultura suroccidental fuera de sus límites territoriales habituales. “Esta bolera nos ha dado muchas alegrías y ahora nuestra obsesión es que haya relevo para que esto no muera”, reflexiona en voz alta uno de los artífices de que los suroccidentales asturianos sigan haciendo piña en la capital.