Opinión

Un olor nauseabundo

La degradación de la vida política española

Desde que llegó Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, España vive tiempos calamitosos. Y ante tanta degradación, a cada momento que transcurre le corresponde una geología, a la vez que el lenguaje se rebaja a su altura. Más bien a su bajura. Un lenguaje que surge espontáneo, y los españoles pronto lo hacen suyo, consecuencia del clima político de tanta trampa, deshonestidad, indignidad, ordinariez, mentira y felonía en que nos obligan a vivir. Y para calificarla, nos referimos a la situación como si se tratara de un terremoto o maremoto, por la alteración e inquietud que sacuden la atmósfera que nos rodea.

Y cuando la vida socio-política se encona hasta límites insoportables, la confrontación se cultiva y se alienta, y la incertidumbre sacude los cimientos del Estado. Por ello, con la misma propiedad, debería hablarse de la grave situación como si un "mierdamoto", de nuevo con perdón, agitara los excrementos que se cuelan por las grietas y, que con el paso del tiempo, inundara nuestras vidas de un olor pestilente, difícilmente soportable. Y ahí estamos y sin mascarillas, que el comercio fraudulento y clandestino negoció para su enriquecimiento. Pero la trampa siempre "rescampla", decimos, y empiezan a salir de la oscuridad nombres propios, cuyo listado sabe Dios donde acabará

Tanto el terremoto como el maremoto, son accidentes propios de la tierra y del mar, imprevisibles y dañinos, que dejan a su paso muerte y desolación. En cambio, el "mierdamoto" nada tiene que ver con el movimiento de las placas tectónicas, porque son los hombres quienes lo agitan. Es un movimiento inmoral, falto de escrúpulos y de ética. Y, en el caso que nos ocupa, son los políticos, algunos políticos con su líder al frente, es un decir, quienes provocan nuestros estados anímicos de zozobra y desaliento, que rechazan los principios, la buena educación, la honestidad y el necesario equilibrio del alma.

Las grietas se abren y ahondan, y la pestilencia nauseabunda se expande, y muchos españoles, pacientes o abúlicos o tolerantes, piensan y esperan que a este estado de cosas: venta de España, sumisión a Marruecos y a nuestros independentistas; Ábalos, Koldo, Tezanos, la amnistía, el atraco a las mascarillas, la legalización de etarras, el fiscal general, etc., permitan ver, antes de que la mierda nos llegue al cuello, la luz que ilumine nuestro tiempo y la esperanza recupere su hueco en nuestras almas.

Y mientras, el felón Sánchez, tan inmoral que es capaz de mentirse a sí mismo, va ocupando, tras la senda de Maduro, los intersticios de nuestro Estado de Derecho, para, si lo dejamos, desvestir nuestra Constitución y reducirla a la nada, que es la tiranía. ¡Otra no, por Dios! Y él, vuela que te vuela en el Falcon que te Falcon, que cree propio, aunque nosotros le pagamos las juergas y sus huidas casi diarias, para evadirse de dar cuentas a los ciudadanos y de las preguntas de la Oposición. Y deja aquí a sus mastines para que le cuiden, ladrido a ladrido y mentira a mentira, su finca, que tristemente también es nuestra. Y está convencido, con sus fieles que van muy a gusto, nóminas y otros beneficios, de que su suerte será duradera. Pero quién sabe en qué momento puede aparecerle el susto.

Muchos españoles, muchísimos, que no comulgamos con cuanto ocurre, con el olor putrefacto que desprende la situación, seguimos pensando que debemos de mantener enhiesto el espíritu de la Transición, porque tenemos la convicción de que aquello fue lo mejor que le ocurrió a este país desde hace siglos.

Y, aunque pudiera parecerlo, esto no es inteligencia artificial. Todo es real: sus figuras, sus nombres, sus voces, sus mentiras, su amnistía a una banda delincuentes separatistas, los siete votos recibidos a cambio de su chalaneo desvergonzado, etc, etc, etc... Un etcétera que es mucho más de lo que aún queda por descubrir, porque estamos en el inicio. Es lo que hay, camino de lo que todavía queda por aflorar.

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